La hermana ausente by Kendra Elliot

La hermana ausente by Kendra Elliot

autor:Kendra Elliot [Elliot, Kendra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-19T16:00:00+00:00


* * *

Madison llamó a la ventana con los nudillos y vio a Anita sentada al escritorio de su salón de belleza. La puerta estaba cerrada con llave porque aún faltaban veinte minutos para abrir. Anita la saludó con la mano y se acercó a la entrada.

Ella era la elegida de Madison por diversos motivos.

En primer lugar, porque había vivido en Bartonville toda la vida y conocía a todos los miembros de su familia, incluidos sus padres. Era unos años mayor que su madre, Brenda.

En segundo lugar, porque la peluquería era una mina de chismes, o un vertedero, según como se mirase.

En tercer lugar, Madison sabía que Anita y sus tías habían tenido varias disputas a lo largo de los años. La peluquera no se arredraba ante sus tías. Eran amigas, pero eso no significaba que les bailara el agua, como algunos de sus vecinos. Nunca se mordía la lengua.

Anita sonrió al abrir la puerta.

—Me alegro de verte, Madison. —La invitó a entrar. El salón olía a laca y esmalte de uñas. Anita lo había reformado un par de años antes y no quedaba ni rastro de la peluquería de la infancia de Madison. Se acabaron los sillones de vinilo rosa y el suelo a cuadros blanquinegros. Ahora era «relajante y moderno», con sus mostradores de cuarzo de elegantes líneas, sus plantas exuberantes y las paredes revestidas con listones de madera lacada.

Pero el olor era el mismo. El aroma de las promesas y expectativas de los productos de belleza.

Anita había cumplido los sesenta y estaba increíblemente delgada. Siempre vestía de negro riguroso, de pies a cabeza, y no había cambiado de peinado desde hacía varias décadas, pero no había perdido ni un ápice de elegancia. Había logrado dominar el secreto de parecer atemporal gracias a una acertada elección de estilos clásicos. Llevaba un corte bob estilo paje hasta el mentón de color platino, con el volumen perfecto en las raíces y una sutil ondulación a un lado.

Hacía años que había dejado de fumar, pero aún conservaba una voz ligeramente grave. Todo el mundo pasaba por su salón, hasta las adolescentes que querían los cortes más modernos, porque Anita estaba al día de todo. Sin embargo, no había dejado de lado el «lavar y marcar» para sus clientas más veteranas. Le hizo un gesto rápido con la muñeca para que ocupara uno de los sillones mientras ella tomaba asiento en otro y se volvió hacia ella con una mirada amable de curiosidad.

«¿Cómo sabe que tengo que sentarme para esta conversación?», pensó.

—¿Qué te pasa, hija?

Para Anita todas eran sus «hijas» o sus «cielos». Hasta los hombres.

Cuando Madison decidió ir a verla, tenía muy claro qué quería preguntarle. Pero llegado el momento se sentía hecha un lío y la incertidumbre la había dejado muda.

Anita enseguida percibió sus dudas.

—Voy a prepararte un capuchino. —Se levantó de un salto del sillón y encendió la enorme cafetera profesional. Ella ya servía espressos y capuchinos antes de que la gente conociera Starbucks.

—Anita… ¿qué piensa la gente de este pueblo de mi familia? —Era una pregunta algo vaga, pero suponía un buen punto de partida.



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